top of page

Registro de obras colaborativas: ¿quién tiene los derechos?

Entre pinceles, beats y algoritmos: la nueva frontera del copyright colectivo

En la era del contenido infinito, ya no se trata solo de quién creó algo, sino de quién contribuyó a qué y cómo se valora esa contribución. ¿Qué pasa cuando una canción nace de un beat de un productor colombiano, una letra de una rapera en Monterrey, y un hook generado por IA? ¿Quién es el autor? ¿Quién cobra las regalías?

Bienvenido al futuro del registro de obras colaborativas, donde los límites de la autoría se están desdibujando y redefiniendo.

ree

La obra ya no es individual: es modular

La creación colectiva ha existido siempre —piensa en bandas, guionistas de cine o escritores de cómic— pero hoy la colaboración se ha vuelto descentralizada, asíncrona y transnacional. Un diseñador en Lima puede colaborar con un animador en Berlín usando prompts generados por una IA en San Francisco. Y en 72 horas, tienen un NFT animado con 10,000 visualizaciones. Pero al intentar registrarlo, surge el problema: ¿quién lo firma?



¿Quién es autor y quién es contribuyente?

El derecho tradicional divide los roles:

  • Autores: quienes aportan creatividad original.

  • Contribuyentes técnicos: quienes ejecutan ideas, pero no deciden sobre la estética, narrativa o estilo. El problema es que hoy, esa línea es borrosa. Un editor de video puede convertir un proyecto mediocre en una obra destacada. Una IA puede sugerir armonías o estilos que el autor acepta como propios. Por eso, los contratos ya no deben reflejar solo el “quién hizo qué”, sino “quién tiene derechos sobre qué parte” y en qué proporción.



Solución innovadora: Registro por capas y regalías dinámicas

Hoy ya existen plataformas que permiten registrar obras por capas de contribución, como si fueran pistas de audio independientes dentro de un mismo track:

  1. Capa creativa base: guion, letra, concepto visual.

  2. Capa estética: dirección de arte, edición, animación.

  3. Capa tecnológica: código, efectos, integración de IA.

  4. Capa curatorial o editorial: quien selecciona, promueve o define el contexto.

Cada capa puede registrarse con metadatos únicos, licencias propias y porcentajes específicos de regalías. Esto permite que un video musical, por ejemplo, genere ingresos divididos entre siete personas, incluyendo la IA entrenada con datasets de uso libre (sí, también puede haber un royalty automatizado para el uso de modelos creativos).



El contrato del futuro: tokens de coautoría

Una obra colaborativa moderna debería tener un “token de coautoría” que funcione como un certificado dinámico donde se indique:

  • Qué parte de la obra pertenece a cada colaborador.

  • Qué licencias de uso se permiten.

  • Cuánto corresponde a cada uno en regalías generadas.

  • Cómo se distribuyen los ingresos automáticamente vía wallets.

Este modelo, ya utilizado por plataformas como AxionCoins o Banx Not Banks, permite que cualquier reproducción, venta o licencia de la obra envíe automáticamente la parte correspondiente a cada colaborador, sin necesidad de gestor, disquera o abogados de por medio.



Conclusión: no es solo registrar, es compartir valor

El verdadero avance en el registro de obras colaborativas no es legal, es cultural: entender que una creación compartida puede ser también una economía compartida. Y que en este nuevo ecosistema, las regalías ya no se discuten a mano alzada en la mesa de un café. Se escriben en contratos inteligentes y se distribuyen con cada reproducción.

La creatividad colectiva no necesita jefes, solo acuerdos justos.


 
 
 

Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
bottom of page